escrito por: Sócrates Piñango 



En el Vaticano, los niños criados en el claustro eran enseñados a cantaren los complejos oficios con una pericia de profesionales que los adultos no podían alcanzar. Las voces de los niños aportaban ese coro celestial de <<Ángeles>> que conmovía a las visitas importantes a los monasterios que siempre querían escucharlos. La historia nos ha dejado lamentables relatos sobre la castración de niños para conseguir que esas voces no se perdieran al llegar a la edad adulta. La realidad es que su existencia ha sido palpable hasta finales del siglo XIX, en los que la hábil mano de un cirujano ha hecho todo lo posible para que los “castrati” pudieran mantener aquella voz que se perdía por los efectos de la adolescencia. Muchos historiadores de la época demostraron que hasta 1890 la castración era la causa de las dulces voces de los niños cantores del Vaticano. 

Cuando los castrados hacen su aparición en el siglo XVI cantando en las iglesias tras la prohibición del Papa Pablo IV de que las mujeres cantaran en San Pedro. Así, niños y adultos castrados reemplazaban a las voces femeninas. Tiempo después, la medida se extendió también a los teatros de los estados pontificios donde se consideró inadmisible la presencia de mujeres en los escenarios y así muchos de estos notables cantantes de voz "angelical" lograron la admiración del público y colosales fortunas personales interpretando según el caso, tanto roles masculinos como femeninos. Con Italia como principal escenario, dada su histórica tradición canora, la castración de los niños destinados al canto se realizaba entre los 7 y 12 años de edad, es decir antes de que la función glandular de los testículos diera lugar a la muda o cambio de voz. Se trataba casi siempre de niños de condición muy humilde, familia numerosa y aparentes aptitudes para lo que habían sido seleccionados. 

La posibilidad de una importante carrera cantando en ceremonias religiosas, teatros o cortes, podía significar un considerable ingreso de dinero no solo para el artista sino también para su familia y los intermediarios en sus jugosas contrataciones. Intereses mezquinos forzaban frecuentemente a los niños a aceptar su castración, si bien una disposición hipócrita establecía que la misma no podía realizarse sin el consentimiento del infante. Lo que tal disposición no explicaba es cómo una criatura de 7 u 8 años podía comprender exactamente a lo que se exponía y aún oponerse a una presión paterna. Es importante tener en cuenta no solo la corta edad del niño cuando era sometido a la operación, sino también el hecho de que al ser preparado para la misma, era llevado a un estado semi-inconsciente emborrachado con ron, o tomando brebajes con contenido de opio o simplemente sufriendo una cierta compresión de las carótidas hasta provocarle un desmayo. La aplicación de agua helada en los genitales era también una forma muy utilizada entonces para lograr un cierto efecto anestésico. Como para el desarrollo de la laringe es fundamental el aporte hormonal de testosterona, al ser privados de sus testículos antes del cambio de voz, el mismo ya no se produciría y entonces el castrado conservaba una voz de niño, pero en un cuerpo de adulto con años de ejercicio vocal y respiratorio por sus intensos estudios de canto. El resultado era una voz aguda extraordinariamente dúctil y flexible como la de un niño, brillante y potente gracias a la capacidad torácica y vocal del adulto sumamente entrenado, y al servicio de un artista educado con el máximo rigor en la expresión musical. 

El Final de los Castrados 

Hacia fines del siglo XVIII eran numerosos los intelectuales, escritores y pensadores diversos que alzaban sus voces airadas contra la práctica de la castración, que consideraban aberrante, y muy particularmente en Francia, donde nunca había sido bien vista. Ya Voltaire y Rousseau la condenaron llamando este último "padres bárbaros" a los progenitores que la consentían para sus hijos y "verdaderos monstruos" a quienes la habían sufrido. Pero fueron sobre todo las ideas libertarias de la Revolución Francesa y más tarde el propio Napoleón, lo que dio comienzo al inevitable fin de dicha práctica. Conquistada Roma, estableció en esta ciudad la pena capital para quien la practicara e instruyó a su hermano José, rey de Nápoles para que en ninguna escuela ni conservatorio napolitano se admitiera el ingreso de niños mutilados. No obstante,la castración se siguió practicando aún durante un tiempo aunque en muy menor cantidad de casos hasta 1.890. "¿Al bajar su cuchillo el doctor cirujano o el simple barbero del pueblo, tenían conciencia de estar decidiendo irrevocablemente la gloria o la vergüenza de un hombre?". En este caso "El Vaticano desafió todas las leyes de la moral y la razón para concluir la imposible unión del monstruo y del ángel". 

Fuentes: 

Historiador Mario Solomonoff - Autor de "Historia de los Castrati" 
Historiador Jorge Blaschke – Autor de “El enigma medieval” 

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Venezuela